lunes, 28 de mayo de 2018

La catedral y lo femenino



Catedral. Temple sobre tela. 150 x 150 cm

La obra Catedral representa una exigencia de recuperación del ámbito espiritual de lo femenino. La feminidad es potencia, vida, capacidad de creación y gestación, sin embargo, pese a esta realidad inexcusable, ninguna religión conocida (salvo las panteistas) contempla la posibilidad de tener en su panteón una diosa creadora. Dios es siempre padre y la madre, en su mayor parte carente de sexualidad, es un personaje secundario e impotente.

Dios habita en sus catedrales, en sus propios edificios.
La arquitectura en general es un ámbito tradicionalmente patriarcal, de hecho, “archos” se puede traducir como “el que manda” y “tecnhos” como “obreros”: el que gobierna, el que detenta el poder a través de los conocimientos (teóricos). La catedral en particular pretende trascender su propia materia ofreciéndola a un Dios cada vez más etéreo. Un Dios que se atribuye el poder de creación. Rompiendo simbólicamente con su significado, esta arquitectura se repliega sobre sí misma en su propio espejo creando un espacio redondo, íntimo, eliminando las relaciones “arriba”, “abajo” propias de cualquier forma de dominación patriarcal. Un útero de tierra, un vientre femenino excavado en la rigidez de la piedra reclama el espacio robado en una iglesia: reclama el derecho a su propia sexualidad primigenia y exige a Dios que le devuelva su propia capacidad de creación.



sábado, 12 de mayo de 2018

Omar o la imposibilidad del sentido










Omar Arráez expone en Diputación de Alicante. Necesitaremos entrar en el imponente edificio, perdernos pasillos y escaleras hasta encontrar la sala para comprender la naturaleza de la obra presentada. Más allá de los enormes cuadros que se presentan directos, sin protección ninguna y sin adorno, entenderemos que no estamos ante el conjunto de sus últimos trabajos, sino ante la construcción de un universo propio.


Sin nombres ni definiciones la obra deja traslucir el desafío histórico que el hombre ha llevado contra la materia. Apolo contra Dionisos, materia imparable, deforme y amorfa domesticada por la forma racional que el hombre impone desde otro orden, o desde su único orden. Sólo que en aquella sala ya no hay guerra ni tampoco claudicación. Sólo una suspensión del juicio donde el artista inagura una nueva lucidez. Ya no intenta someter  la materia, sólo la acaricia, la amansa en un diálogo… No estamos hablando de rendiciones sino de un momento detenido, del instante en que el pintor-demiurgo adquiere en su tarea el sentido de la tierra, y como Nietzsche reclamara que acercarse a los sentidos, labrar la tierra, amasar la pulpa del papel, sentir su tacto y conocer su nuevo orden (su vieja trama) no es más que comprender el rumor de un mundo que se presenta desnudo, tal como sus cuadros ante espectador.

    Desde los retratos de ancianos convertidos en paisajes  llenos de surcos y rincones, pasando por los cuadros que aparecen o agonizan con la luz hasta aquellos que buscan la pauta con la que se construyen plumas, peces y deseos, todos están hechos del tiempo y del silencio con los que el pintor buscó escuchar el mundo.

Y es así que el pintor también dialoga con los visitantes. Alguien preguntó el por qué de la obra, insistió sobre el sentido… pero el sentido de una obra que ha comprendido el mundo es imposible. Nuestra parte racional busca el concepto, la definición y el dominio de un proceso que está fabricado con un flujo imparable de tiempo, materia, luz, nacimientos y muerte. Definir implica detener, diseccionar y por consiguiente matar un continuo vaivén de las cosas, el panta rhei (todo fluye) que el sabio Heráclito vaticinara. Nietzsche habló de la tarea del nuevo hombre como la aceptación del sin sentido, del silencio de un mundo que apenas conocemos los símbolos. La palabra que busca encerrar en significados la voz del mundo, el tiempo, la vida, condena a la expresión a un sin sentido. La obra que se considera  ella misma acabada es una obra vacía.

    Omar consigue pues atrapar la vida en una trama que quizás no acabe. Es por eso que cuando vayan a visitar la exposición de Omar, es necesario llevar consigo un necesario poso de silencio, suspender momentáneamente la razón y escuchar a través de la desnudez de las obras, el lenguaje del mundo.