lunes, 28 de mayo de 2018

La catedral y lo femenino



Catedral. Temple sobre tela. 150 x 150 cm

La obra Catedral representa una exigencia de recuperación del ámbito espiritual de lo femenino. La feminidad es potencia, vida, capacidad de creación y gestación, sin embargo, pese a esta realidad inexcusable, ninguna religión conocida (salvo las panteistas) contempla la posibilidad de tener en su panteón una diosa creadora. Dios es siempre padre y la madre, en su mayor parte carente de sexualidad, es un personaje secundario e impotente.

Dios habita en sus catedrales, en sus propios edificios.
La arquitectura en general es un ámbito tradicionalmente patriarcal, de hecho, “archos” se puede traducir como “el que manda” y “tecnhos” como “obreros”: el que gobierna, el que detenta el poder a través de los conocimientos (teóricos). La catedral en particular pretende trascender su propia materia ofreciéndola a un Dios cada vez más etéreo. Un Dios que se atribuye el poder de creación. Rompiendo simbólicamente con su significado, esta arquitectura se repliega sobre sí misma en su propio espejo creando un espacio redondo, íntimo, eliminando las relaciones “arriba”, “abajo” propias de cualquier forma de dominación patriarcal. Un útero de tierra, un vientre femenino excavado en la rigidez de la piedra reclama el espacio robado en una iglesia: reclama el derecho a su propia sexualidad primigenia y exige a Dios que le devuelva su propia capacidad de creación.



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